El 31 de Agosto de 2018 publicamos una nota acerca de las actitudes de Jorge Bergoglio respecto de los casos de curas pedófilos.-
Il Gattopardo
(*) Por Ing. Hugo Notaro. ILEC-Argentina.
Hay una frase paradigmática que proviene del arte literario y que representa una práctica política habitual en muchos órdenes de la vida, pero en particular en la práctica política del Vaticano.
Hace más de medio siglo Giuseppe Tomaso di Lampedussa escribió Il Gatopardo, una novela de época que pintaba los avatares de la nobleza siciliana del siglo 19 ante el nuevo gobierno de Giuseppe Garibaldi. En una de sus más célebres e iconográficas frases uno de los personajes dice: ¨Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi¨, es decir "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie"….
Desde la entronización de Jorge Bergoglio en 2013, el esfuerzo de sus acólitos fue tratar de mostrar al nuevo obispo de Roma como un verdadero revolucionario, destinado a romper con las anacrónicas y fétidas estructuras del vaticano.
Las primeras acciones de marketing tratando de mostrar el rostro del cambio de una organización cada vez más alejada de sus fieles. El efecto fue rápido pero efímero, desde los primeros momentos, el dedo acusador apunto a sus enemigos de siempre. Ya un clásico y como un estigma imposible de sanar, las víctimas de pedofilia clerical rompen cada vez más el silencio que los oprimió.
En los últimos meses han visto la luz más y más casos de abuso infantil y juvenil, donde quiera que la iglesia católica haya hecho pie, los casos aparecen. Denuncias en diferentes provincias de Argentina, en Chile, en Australia, en Irlanda, en Boston y recientemente los casos de Pensilvania EEUU donde 300 sacerdotes ¨depredadores sexuales¨. "Tenemos evidencia de que el Vaticano conocía los encubrimientos", denuncia el Fiscal General Josh Shapiro.
El Vaticano ha tenido en todo momento cabal conocimiento de los casos de pedofilia y abusos cometidos por sus ministros, pero en lugar de denunciarlos ante la justicia ordinaria, ha optado por barrer la mugre bajo las costosas alfombras de los obispados. Acorralado por una lucha interna posicionada a la derecha de la derecha, sus defensores solo atinan a hablar de la ¨pesada herencia¨ de encubrimientos y protecciones en los años de Ratzinger y especialmente de Wojtyla y despegarse de las acusaciones de la contra vaticana.
Primeros Ministros como Justin Trudeau de Canadá o recientemente Leo Varadkar de Irlanda exigieron justicia para las víctimas de los abusos de la Iglesia Católica. No conforme con estos problemas, Bergoglio ha decidido jugar su partida personal en la política de Argentina y desde su llegada al Vaticano. Su acción política es clara, directa o indirectamente, según convenga. Ha demostrado las dos caras de la comedia: recepciones afables a actores afines a su pensamiento político o religioso y de gestos adustos a quienes no piensan como él en alguna de esas dimensiones.
Un punto de inflexión lo marcó la decisión del Poder Ejecutivo de abrir el debate por el aborto. Luego de la media sanción de la Ley de IVE en la Cámara de Diputados de la Nación, se desató la guerra santa en contra los impíos que apoyaban el proyecto de ley con media sanción. No faltaron las comparaciones con el régimen nazi, obispos cordobeses augurando dictaduras, niños de colegios confesionales marchando al paso con sus pañuelos celestes, campañas negacionistas de la ciencia, desinformación, negación del marco legal vigente, etc.
Las siguientes batallas de la cruzada consisten en impedir y poner trabas a aspectos hoy ya legislados como la Ley N°26.150 de Educación Sexual Integral promulgada en 2006 y nunca implementada precisamente por presiones del clericalismo, la aplicación de Protocolos de interrupción del embarazo en casos no punibles amparados por la normativa vigente, reincidir con el tema de la educación religiosa en las escuelas públicas, boicotear la entrega de métodos anticonceptivos por parte de los efectores públicos de salud, etc. Este es el Bergoglio verdadero, el que promete cambios para no cambiar nada y que es solamente una continuación del integrismo recalcitrante de Wojtyla y Ratzinger.